jueves, 25 de noviembre de 2010

MIS BATALLAS CONTRA EL CÁNCER

Leales amigos
Como habrán sabido por mi facebook, acabo de vencer por cuarta ocasión un cáncer. De lo cual me congratulo.

Por lo anterior, he recibido para mi sorpresa y poderoso impulso, inmerecido como halagadores reconocimientos. Muestras de sana amistad y diáfano cariño animándome -repito- a no alejarme de la senda del servicio a mis congéneres; cometido innato en todos los seres de este planeta

Ahora bien, ¿qué fue lo que realmente me pasó y de qué manera se combatió? Y una pregunta más que sin duda estará en la mente de muchos: ¿Por qué afirmar que por cuarta ocasión me salvo de ser víctima del temible cáncer?

Muy sencillo. Empiezo por el principio.

Hace unos ocho años en un centro de sanación muy sui generis de un poblado del estado de México, investigando el efectivo método sistema me presté para vivir su acción en carne propia.


El médico responsable -de formación militar- habría de confesarme que su éxito de aliviar diariamente a tanta gente (hombres y mujeres de todas las edades, jóvenes y niños) se debía a una fórmula y proceder dictada por seres de otros mundos con los que había tenido contacto tiempo atrás.
Al verme tendido en una camilla (como los demás pacientes en áreas respectivas) y observar mi semidesnudo cuerpo, me descubrió un singular lunar que le hizo expresar tajante: "¡Usted tiene cáncer! ¡Lo curaré al final de la sesión general!"
Y así fue. Más tarde, con un pequeño aparato consistente en bisturí y cauterizador al mismo tiempo, "al valor mexicano" me extrajo el rojáceo tumor localizado en costado derecho y a la altura de mi cintura. Aclaro que sin anestesia ni nada por estilo, de por medio. Y por ende, en medio de agudos dolores; no se diga brutales ayes.

Quedé entonces -y en poco tiempo- liberado de lo que afirmaba contener cáncer.


El pequeño producto era similar a un diamante; muy atractivo y mismo que me dio para más adelante analizar. Hecho que no se llevó a cabo por pérdida del objeto. Pero jamás padecí de ningún malestar. Ni tuve qué someterme a cuidados especiales. Además no hubo sangrado en la extirpación. Y la herida desapareció antes de volver a casa.


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La segunda experiencia con este mortal enemigo, tuvo lugar en el Hospital Militar de la ciudad de México. Agosto de 2004. Su desarrollo es de la mayoría conocido. Con la mente visualicé su desaparición justo a poco de ser operado de un tumor neoplásico pancreático con 98% de probabilidades fatales. No pasé, por consiguiente, por radio y quimioterapia.


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Más adelante, a principios de 2009, se me detectó otro lunar o nevo, en pierna derecha. La extraña marca alarmó a algunos familiares, teniendo qué recurrir a un médico especialista, quien confirmó la posibilidad de ser canceroso. Por ello se procedió a la extirpación del objeto y envío de inmediato a patología. Por fortuna -y gracias a un denodado trabajo mental- resultó ser un poroma ecrino (tumor cutáneo benigno). De cualquier modo, la duda -en tanto se arrojaba el estudio- no resultó nada confortante.

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Y finalmente este año, en octubre pasado, un nada atractivo lunar grisáceo -en este caso manifestado en costado izquierdo a la altura de la región costal posterior izquierda (sic)- tras observación de mi médico particular -militar también- me condujo a otro no menos calificado galeno, quien al confirmar tratarse de un "nevo pigmentado con relieve", capaz de crear cáncer (especialmente en personas maduras), me lo extrajo de inmediato enviando biopsia a patología.
¿Resultado? De nuevo intenso trabajo mental tuvo su efectiva acción, aunada como el del pancreático tumor, a oraciones y ayuda espiritual de los más cercanos a este periodista.

El martes 23 de noviembre el estudio reveló ser un fibroma: tumor benigno. Hecho que me lanzó a dar la noticia (lacónica) en Facebook. Con las muy sinceras expresiones de solidaridad y felicitación por continuar vivo, con mucha salud y vigor.

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Esta es la historia de los cuatro episodios vividos con el por lo regular aniquilable mal.

Espero haber sido claro para su comprensión.
Toda duda, estoy en la mejor disposición de responder -hasta donde me es posible- apoyado en diagnósticos profesionales; con excepción del primer caso. Del cual hice amplia crónica para un libro aún sin editar.
El hecho es que por encima de tales vivencias, continúo vivo.

Y esto, ¡es lo que cuenta!
Cumplida y reconocidamente.


Luis  Ramírez Reyes
elvalordeser@yahoo.com.mx

miércoles, 10 de noviembre de 2010

NOVIEMBRE ESPECIAL

Noviembre es un mes que invita a valorar la vida, a conectarnos con el Universo, su poder y energía a fin de comprender el papel integral que ejercemos como seres del Cosmos, creados por la Fuerza Suprema.



A este respecto, el Ayurveda, o "Sabiduría de la vida" (antiguo sistema de curación que tuvo su origen en la India) añade junto con el doctor David Simon, que "cuanto más libre de obstáculos esté nuestra conexión con este campo (el universo), más energía, alegría y abundancia fluirán por nuestra vida".


Hacer un alto en nuestras tareas cotidianas y analizar lo que vale estar vivos, es apreciar el significado de la existencia reflejada en cada una de las partes de nuestro cuerpo, en cada elemento de nuestros sentidos. Y después, cuidar al máximo cada órgano; la más pequeña célula de nuestro organismo y, estimular la esencia de nuestro talento.

Una vez llenos de la fuerza vital, podemos aquilatar nuestro mundo físico, apreciando la belleza e importancia de las tradiciones que lo rodean.

Tales son en estos días de noviembre, la de Muertos: evocación, homenaje y festejo a nuestros difuntos. Más adelante, en el correr del calendario, la celebración entusiasta de la Revolución Mexicana, siembra de los derechos sociales de los mexicanos. Más ahora con motivo de los 200 años del histórico movimiento.

Si tomamos conciencia de que Dios es el Yo Soy que está en cada uno de nosotros, el Único, el Yo Soy, llegamos a un punto de la vida del planeta en el cual tenemos que aprender a morir en nosotros mismos para en cada momento, renacer en cada instante. Esto es vivir acorde al orden divino.

Vivamos por tanto en plenitud. Amemos nuestro sentir, la capacidad de apreciación. Demos diariamente gracias al Cielo por este don.
Luis Ramírez Reyes